jueves, 16 de julio de 2009

Nos envían: EL FIN DE LA ERA BUENO O DEL MAQUILLAJE DE LA CULTURA PRIVATIZADA

La Fundación Privada Teatro Sucre ha solicitado un comentario corto acerca del accionar de su Director, Julio Bueno.
Hay que recordar que el Sr. Bueno cumple casi 20 años de gestión cultural (habría que concederle un reconocimiento por su perpetuación en dirección cultural de la ciudad capital). Suficiente tiempo como para sacar una conclusión -frente a la realidad que se impone-, de la pobreza en que nos ha dejado el accionar privado de la cultura. La Fundación Privada recibió personal, bienes, instalaciones: como se dijo en alguna ocasión “hacienda con indios y todo”, pues no solo se concedieron teatros, espacios y recursos económicos, sino personas y agrupaciones musicales que pasaron a ser parte de la fundación privada y que claro está se continuaban pagando con fondos públicos municipales.
Si nos enfocamos en el punto del fracaso cultural que ha imperado, primero hay que señalar que se debe esencialmente a que la actividad de la Fundación se consolidó en un accionar jerárquico sin participación del entorno social y de los artistas.
Hay que exigir ahora que sea la comunidad la que decida sus necesidades culturales y en qué se deben gastar los fondos que le pertenecen. Si queremos ópera o jazz lo debemos decidir nosotros y no una persona que verticalmente imponga qué debe gustarnos, qué debemos escuchar y espectar con aquella clásica patraña y dañina concepción de “culturizarnos”: eterno maquillaje de la privatización. Aquí la participación e inclusión de los diversos sectores es primordial.
La segunda razón del fracaso se debe a que el Sr. Bueno basó su actividad en la “cantidad”. Era muy importante para él, el número de eventos (o de gastos no planificados) que la Fundación realizara por año. A la luz de los hechos nos preguntamos qué se logró con este criterio cuantitativo improvisado que no ha dejado ni un solo proceso que aporte al desarrollo cultural y creativo del país. Únicamente se logró beneficiar a sus allegados, los que estaban colmados de presentaciones y prebendas. Lo cierto es que la “cantidad”, la falta de visión, planificación y patriotismo (aunque esto último no puede pedírsele a una entidad privada) solo deja resultados parciales, vacíos y marginación en la comunidad y profundos resentimientos en músicos y artistas ecuatorianos que fueron desplazados, maltratados, atropellados, frente a un ingente gasto para músicos y artistas foráneos y para el círculo cercano del Sr. Bueno (claro está sin olvidarnos de los dueños de los negocios y beneficios políticos mayores: Mocayos, Vallejos, Carriones y Ortices: ID y DP).
Para no ser extenso, finalmente creemos que debe hacerse una profusa investigación sobre las irregularidades, abusos cometidos y sobre el modo de uso de recursos públicos que hizo la Fundación Privada Teatro Sucre, pues el gasto de entre un millón y medio y dos millones de dólares por año realmente impresiona. Con ello bien se podría haber cambiado y mejorado definitivamente el panorama musical no solo de la ciudad capital, sino de gran parte del país. Sin embargo eso a leguas que no ha pasado y solo se respira un ambiente de conflictos y diferencias que no permitieron que las expresiones culturales quiteñas alcance reales resultados positivos.

Rafael Estrella