miércoles, 26 de agosto de 2009

"Evaluación" al Teatro Sucre

NR. Hemos tomado este artículo del blog Rec Ecuador, por considerar que aporta significativamente a la discusión que estamos propiciando.
Hallar original en: www.rec-ec.blogspot.com


Hace unas semanas nos llegó un correo electrónico emitido por la Fundación Teatro Nacional Sucre, pidiendo una evaluación de la labor de esta entidad privada en los últimos años. A petición de parte y por constituir un asunto de interés general para toda la ciudadanía capitalina que financia esta clase de instituciones mediante el pago de los impuestos municipales, esbozaré algunas consideraciones acerca de la actividad desplegada por el Teatro Nacional Sucre durante el último quinquenio.

1. Primero debo aclarar que esta no pretende ser una evaluación, en el sentido técnico que tiene la palabra, por cuanto para ello necesitamos los objetivos medibles planteados antes de iniciar el proceso y todos los indicadores cuantificados, pues técnicamente lo que se evalúa es precisamente el grado de cumplimiento de estos objetivos. Esto es lo que enseñan los libros especializados, aunque parece que nadie le ha contado al ministro Raúl Vallejo.

2. Por esta misma razón no entraré aquí a comentar las tan promocionadas cifras de eventos supuestamente programados por la FTNS (Fundación Teatro Nacional Sucre), pues para que tenga sentido la referencia, esos datos deberían relacionarse con el presupuesto invertido en cada uno de ellos y, sobre todo, con el impacto que una programación determinada ha generado en el público receptor de esa propuesta y en la comunidad en su conjunto. En ese sentido, y tratándose de actividades que se manejan con similares características, tal vez convendría comparar los datos de asistencia, presupuesto, impacto social y resultado económico, entre la FTNS y cualquier empresa privada dedicada a estos eventos, como Top Shows o Team Producciones, por ejemplo, quienes seguramente logran su propósito comercial (nos referimos a las empresas) cumpliendo además una labor de gran incidencia social, no solamente al satisfacer una necesidad del masivo público que acude a los espectáculos, sino también al generar espacios para los artistas nacionales, todo ello sin absorber las ingentes cantidades de dinero del presupuesto público que se ha gastado la FTNS.

3. Me parece más pertinente estudiar la real incidencia de la gestión de la FTNS en la transformación de la sociedad capitalina. En este aspecto, posiblemente el más notorio crecimiento artístico se ha dado en el terreno del canto lírico, principalmente en lo relacionado con programación de eventos orientados a esta especialidad, es decir, a su difusión. Pero aquí surgen algunas interrogantes: ¿cuánto@s ciudadan@s capitalin@s han sido incluid@s directa o indirectamente en estos proyectos?, ¿cuántos recursos se han destinado para este propósito?, y la más importante: ¿qué necesidades prioritarias de la sociedad quiteña ha resuelto esta realización? son preguntas que deberían responder los involucrados antes de canonizarse. Sin embargo, este crecimiento de un área no justifica ni logra ocultar el descuido y resquebrajamiento de otras, seguramente de mayor alcance dentro de la comunidad. Efectivamente, la FTNS es responsable de la privatización y desmembración del proyecto de desarrollo musical que tenía el Municipio de Quito en la década anterior, construido con el concurso de diversos sectores ciudadanos, que le valió el reconocimiento nacional e internacional y la envidia de los gobiernos seccionales de otras ciudades y, paradojas de la vida, le dio prestigio como gestor al Lcdo. en Composición Julio Bueno, precisamente quien se encargó posteriormente de llevarlo a la crisis desde la dirección ejecutiva de la FTNS. Para decirlo con pocas palabras, la administración municipal anterior cambió un proyecto integral de desarrollo, gestado desde la sociedad, que incluía investigación, creación, producción y difusión musical por uno que privilegió el espectáculo comercial (con pérdida económica para la municipalidad) como principal medio de conducción cultural de la ciudadanía, ratificando con esto la orientación política neoliberal que tuvo ese alcalde y sus seguidores.

4. Ampliando el panorama, probablemente lo más reconocible de la gestión de la FTNS sea el aspecto comunicacional, vale decir, propagandístico. A través de negociaciones con los medios de comunicación, logró no solamente promocionar a gran escala las actividades y personal directivo de la FTNS, sino además mantener subterráneas las crecientes denuncias de atropellos y hasta de estafa hacia el pueblo quiteño por parte del personal del Teatro Sucre (como demostró fehacientemente Javier Andrade en el caso del impostor Teatro Negro de Praga) todo con la anuencia y protección de las más altas autoridades municipales. Esto respondió a la necesidad del grupo político de turno de acrecentar su imagen pública para seguir ganando elecciones, aunque no lo hizo resolviendo las necesidades de los ciudadanos, sino tan solo haciéndoles creer que la ciudad había ingresado en la categoría de gran metrópoli gracias a una abundante oferta cultural patrocinada por el gobierno seccional que así “mejoraba el estilo de vida de sus habitantes”. El encanto se deshizo cuando la comunidad encontró que la mencionada oferta de espectáculos no estaba dirigida hacia la mayoría de la población que la financia, sino exclusivamente a quienes tenían suficiente poder económico como para comprar las entradas al otrora “teatro de la ciudad”, o"contratar" una presentación de la Orquesta de Instrumentos Andinos o del Coro Ciudad de Quito, porque ya no se atendían las solicitudes gratuitas procedentes de los barrios pobres o de los colegios fiscales. En el mejor de los casos, las mayorías debieron sentirse bien servidas al escuchar por altoparlantes y mirar en pantalla gigante en plena plaza, con todas las deformaciones visuales y acústicas inevitables y las inclemencias del tiempo, los espectáculos que disfrutaban cómodamente quienes pagaron los boletos o fueron invitados por la administración. Así se establecieron al menos dos categorías de público: el de primera, que recibe el espectáculo en condiciones satisfactorias a cambio de su dinero o sus influencias, y el de segunda, que recoge las sobras en la fría plaza o, tiempo después, a través de la tv. Pero el maltrato no fue solamente hacia el público, también lo fue con el personal de músicos quienes fueron trasladados con engaños, del régimen municipal al que pertenecían originalmente, al privado de la FTNS, donde se les tercerizó, se les redujo el salario, se cambiaron los horarios de labores, se les adeudaron meses de honorarios y se les puso a amenizar almuerzos y matrimonios de los socios del alcalde, entre otras muchas denuncias, todo ello bajo un sistema impresionante de amedrentamiento y persecución para quienes expresaban su desacuerdo.

5. A la larga, y lo mismo que sucedió con el plan económico neoliberal, la situación se desbordó y comenzaron a aparecer todos los problemas que estaban madurando en su interior. El asunto entró en fase terminal cuando el personal de la FTNS condujo al mismo Ministro de las evaluaciones al asalto del Conservatorio Nacional de Música y la instalación de una comisión reestructuradora integrada mayormente por gente vinculada al Teatro Sucre y liderada por su director ejecutivo en persona, quienes llegaban a extender su “exitosa” gestión cultural. Este fue el suceso que permitió de pronto visibilizar muchos cuestionamientos que estaban ocultos y conocer las historias de tantos artistas que habían sido perjudicados por esa administración que de esta forma apresuró su aparatosa caída.

Si bien no tenemos las herramientas suficientes para hacer una evaluación técnicamente calificada (que exigimos debe hacerse) en cambio contamos con elementos de juicio suficientes para saber del altísimo costo económico, social y cultural que ha significado para la ciudad esta aventura de la FTNS con su propuesta neoliberal y neocolonial, misma que finalmente llega a su fin, debiendo procederse ahora a una auditoría pormenorizada de todos los procesos involucrados, con la consiguiente asignación de responsabilidades y subsanación de los perjuicios a la comunidad.

El sentido común nos permite también concluir que cualquier funcionario que permanezca un tiempo cercano a los veinte años al frente de la administración cultural de la ciudad, gastando un presupuesto público que en los últimos períodos superó los dos millones y medio de dólares por año, y manejando un personal calificado que rebasó el centenar de empleados, como mínimo debió trasformar profundamente la condición cultural capitalina, y no solamente contarnos que han auspiciado 300, 500 ó 1000 eventos en un año y generar tanto malestar entre los artistas que lleven a expulsarlo del cargo, precisamente sus propios colegas de profesión, ex subalternos, ex alumnos y ex amigos, según descripción del mismo defenestrado director ejecutivo. Ya lo han hecho organizaciones que han funcionado con un mínimo o ningún apoyo estatal, como la Red Cultural del Sur, el Frente de Danza Independiente, Huasipungo en Conocoto, etc. para nombrar solo unos pocos, quienes han incidido definitivamente en el devenir de su comunidad, sector poblacional o artístico, merced a un trabajo de involucramiento con la gente del entorno y no a la imposición de aquello que unos cuantos sabios trasnochados consideran que debe ser la cultura. Entre tod@s no alcanzan ni un tercio de los recursos que ha gastado la FTNS en un año, pero lo que es más, ell@s no solo que conservan sus amigos y la admiración de sus maestros y discípulos, sino que además se han ganado el respeto de toda la ciudad y posiblemente del país.

La sabiduría popular y la sal quiteña se han encargado de juzgar el desempeño de este personaje cuando parodia: "si Cuenca tuvo entre sus hombres destacados a un Benigno Malo, Loja no se queda atrás y ofrece al Municipio de Quito y al Teatro Sucre su maligno Bueno"

Gerardo Chávez

Parias 19-22

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